
Mientras España se mantiene a la espera de que el Tribunal Constitucional decida si el matrimonio homosexual es legal o no, el Parlamento de Uganda está pendiente de debatir una ley para decidir si castigar con la muerte algunos casos de delitos relacionados con la homosexualidad. Unos hechos que ilustran como la libertad sexual se impone en algunos países, y por el contrario, los prejuicios por la condición sexual provocan mucho sufrimiento en otros.
Jose Miguel Calatayud describe desde la ciudad de Kampla los argumentos en contra de la homosexualidad, que son cuanto menos alarmantes. David Bahati, uno de los diputados que propuso la ley para castigar a los homosexuales con la muerte, sentencia que la homosexualidad es un vicio traído desde Occidente y que supone una amenaza para la familia tradicional. Otros como el pastor Solomon Male, activista en contra de la homosexualidad, mantienen un discurso que no va contra los homosexuales sino contra la homosexualidad. Male rechaza la pena de muerte pero explica que la homosexualidad es una actividad perniciosa y quien la practica puede pedir ayuda para abandonarla. Declara que la prensa internacional manipulan sus argumentos, y añade que muchos periodistas escriben mal de él porque quieren ser perseguidos para ganar un visado a Europa, o porque cuentan con el apoyo de poderosos lobbies gays.
“Para muchos, la homosexualidad es un negocio. La comunidad gay internacional financia el activismo gay en Uganda y muchos homosexuales, que no tienen trabajo, dicen que se les acosa y persigue para así recibir dinero. Pero lo que no cuentan a la comunidad internacional es cómo se acuestan con menores o los fuerzan o sodomizan a otras personas”
Sin embargo, todos estos argumentos de intereses ocultos y vicios contrastan con las historias de jóvenes que ejercen la prostitución después de haber sido rechazados por sus familias al revelar su condición. O la historia de un conocido activista gay cuyo nombre se publicó en un importante periódico de la ciudad, en una lista de homosexuales del lugar, y apareció asesinado semanas después.
La homosexualidad se vuelve a asociar con la pedofilia, el vicio y la vida hedonista, o se teme por los estragos que pueda causar a una institución tan importante como la familia. Pero los argumentos del diputado que propone la ley, los de la familia que rechaza a su hijo, o el pastor que lucha contra la homosexualidad nunca tienen una base científica. Sus argumentos siempre se basan en asociar la homosexualidad a conductas delictivas o enfermedades como la prostitución forzada o la pedofilia, también a estilos de vida hedonistas y opulentos. Sin embargo, su crédito para hacer tales afirmaciones se pierde cuando se descubre que la población de Uganda tiene mucho que avanzar en derechos humanos y , también en derechos civiles, por ejemplo el derecho a la intimidad para no encontrar tú nombre publicado en un periódico por tu condición sexual.